Durante este último tiempo es recurrente escuchar hablar sobre la supuesta ¨batalla cultural¨ que existe entre los distintos grupos sociales y políticos que predominan en la actualidad. Estamos acostumbrados a ver a través de los medios y redes más populares cómo aquellos pertenecientes a un bando vomitan todas sus ideas, sometidas a un sentimentalismo que suele distorsionar la realidad, a la vez que muchos de ellos caen frecuentemente en la cultura del zasca. Todo esto supone un grave problema para lo que podríamos considerar como un arte más, el arte de la oratoria. Por ello es preciso rescatar a la política del populismo y priorizar ante todo la defensa de la verdad. No existe mayor revolución política que esa, y a ello podríamos sumarle la importancia de las formas, ya que estas ayudan a perfeccionarla. Tener coraje a la hora de defender tus ideas, deshacerse de complejos que no tengan sentido, y ante todo, la actitud. Prejuicios como asociar la inteligencia con el ¨ser de izquierdas¨ arrasan con el espíritu crítico de las personas, oprimiéndolas en esos tabúes de los cuales verdaderamente puedes salir una vez te decides por dar el paso hacia la búsqueda de la verdad. Y es que esta última no es solo importante para vencer la batalla cultural, sino también llegados al momento de la votación en las urnas. Probablemente este sea el mayor desafío más allá de dicha batalla. Aunque, se gane o se pierda, la verdad seguirá siendo verdad independientemente de los votos que tenga.