Donald Trump ha tenido el mal gusto de poner la oreja en la trayectoria de la bala de un antifa. En la derecha tenemos estas cosas. Que somos un peligro para la democracia y lo demostramos recibiendo un disparo. O dos, que son los que parece que se ha llevado el expresidente.
Uno de sus seguidores ha sido asesinado de un tiro en la cabeza. Pero para algunos medios españoles esto ha sido un «aparente atentado». Un incidente que encima le va a beneficiar electoralmente. Un nuevo regalo para la ultraderecha, que diría una presentadora rubia que todos conocemos. Si el primer regalo para la ultraderecha nos llegó de Francia en forma de niños apuñalados por un africano, lo de este sábado en Pensilvania, con resultado de un trumpista asesinado, le debe parecer a la izquierda que lo vemos como una fiesta con piñata y dj. El muerto no importa.
Como pasó hace poco en España en Gata de Gorgos, cuando hay asesinos incorrectos el silencio es la única opción para los que ven fascismo hasta en el uso de pronombres masculinos y femeninos. Biden comparecía poco después y también se resistía a llamar intento de asesinato al intento de asesinato. Teniendo en cuenta que confunde a Trump con Kamala Harris, el pobre igual piensa a estas alturas que se ha quedado sin vicepresidenta. Pero sorprende que nadie en la Casa Blanca sea capaz de condenar el atentando contra el otro candidato a presidente. Parece así como de primero de presunto líder del mundo libre. No me gustaría creer que todos los demócratas están gagás, como el marido de Jill Biden, o peor aún, que todos los demócratas opinan que no está del todo mal liarse a tiros en los actos de los republicanos. Que son como Pedro Sánchez, vaya. Que guarda silencio con el atentado contra el que, si nadie hace trampas, será próximo presidente de Estados Unidos, pero se presenta como víctima de una imaginaria máquina del fango cuando se publica que su mujer está imputada. Dan ganas de nacionalizarse húngaro o italiano. Se debe vivir igual de castigado por von der Leyen, pero pasando menos vergüenza por lo de casa.
Lo de Trump, además de ser la demostración perfecta del desprecio absoluto de la izquierda a la vida del disidente, es sintomático de la frustración no canalizada de los que no saben gestionar perder en las urnas lo que consideran suyo. Quizá sea casualidad que el atentado se produjera el mismo día en que el empresario despegaba en los sondeos y Elon Musk se unía como donante a su campaña. O quizá sea un adelanto de lo que le [nos] espera los cuatro próximos meses de campaña y cuatro años de mandato. Así que, como dijo él mismo abandonando el escenario tras ser tiroteado, toca resistir.
Natural de Alicante, periodista con un largo recorrido en diversas plataformas y medios.