La semilla de Gata

Hace diez días mataron a un español en Gata de Gorgos. No sabemos del todo bien qué pasó. De eso se han encargado los medios subvencionados. ¿Una venganza porque el asesinado era testigo en un juicio contra el asesino? ¿Simplemente porque se oponía a que varios marroquíes acostumbrados a un estilo de vida incompatible con el nuestro molestaran a las mujeres del pueblo? Lo único que tenemos claro es que a David lo mató a golpes por la espalda un delincuente que debería haber estado en una cárcel africana el día del crimen. 

También sabemos que defendió a dos mujeres de las agresiones sexuales que varios okupas magrebíes se han acostumbrado a perpetrar en el último año en el que hasta hace poco era un municipio tranquilo. A nadie más le importó. Sólo David hizo algo. Sólo David ha pagado las consecuencias de unas fronteras ya no abiertas, sino desmanteladas. Sólo a él le ha costado la vida que las sucesivas y lerdas ministras de Igualdad reduzcan cualquier realidad incómoda a la ‘violencia machista’. Sólo es su familia la que llora por el resultado de que Pedro Sánchez juegue a defensor de los Derechos Humanos y de que Fernando Grande-Marlaska haga dejación de funciones de forma continuada para no enfadar al rey de Marruecos. Este domingo unos cuantos españoles dijeron “basta”. Y desde toda España llegaron a Gata para decirles a los habitantes del pueblo, encerrados en sus casas unos por miedo y otros por ceguera ideológica, que quieren que sus calles, que son las de todos, sean seguras. 

Unas mil personas, —-muy pocas en cualquier caso—-, se manifestaron el pasado domingo contra la inmigración descontrolada. Con dificultades como controles policiales exagerados, cacheos y registros de sus coches. Los mismos que nunca sufren quienes llegan indocumentados en patera, curiosamente. Allí estuvimos varios miembros del equipo de HerQles viendo en vivo las caras de tristeza e indignación de varios amigos de David. No de sus familiares, que no quisieron participar. Presenciando cómo la Guardia Civil custodiaba la urbanización de los okupas entre los que vivía el asesino. 

Y en el viaje de ida, una reflexión de un amigo que me da vueltas en la cabeza desde entonces: «Los medios hablaron más de la piñata de vuestras uvas en Ferraz que de David». Y es cierto. Para esos medios que a Sánchez no le parecen ‘pseudo’ porque no son ni serán jamás incómodos para él, fue más importante ponernos cara a personas que nada teníamos que ver con un muñeco de cartón inofensivo que saber el motivo por el que se ha permitido el asesinato a golpes de bate de un hombre inocente. 

La manifestación de Gata fue pequeña. Era la primera vez que sucedía en nuestro país un acto así. Pero supuso la primera vez de algo. En Gata dejamos una semilla. De quienes la plantamos depende ahora que crezca. Que paremos la invasión como ya parece que han decidido comenzar a hacer muchos europeos en Francia o Alemania. Que nos plantemos ante los políticos cómplices de asesinato. Que no haya más muertes evitables de inocentes. 

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