Ni roja, ni tricolor: España se une en torno a los símbolos nacionales y a una de las selecciones más conservadoras de Europa

Las tentativas de politización de la Selección Nacional de Fútbol por parte de la izquierda han fracasado. Atrás quedan los años de «la roja» ese mote casposo que utilizó la más rancia de las izquierdas para intentar apropiarse de los éxitos de la Selección Española o los escándalos de la Selección femenina, promovidos por el Gobierno de Pedro Sánchez.

España, que se bate en duelo en una batalla cultural y sociológica que ocupa todos los frentes de nuestra sociedad, se ha presentado a la Eurocopa dando un recital de unidad e identidad nacional. Y es que algo ha cambiado, no en la Federación, sino en la propia plantilla de la Selección Nacional. Empezando por un Luis de la Fuente que no titubeó a la hora de mostrar su fe cristiana en las ruedas de prensa, dos capitanes atacados por el progresismo bajo la acusación de ser patriotas o un Rodri Hernández que no ha dudado en expresar su amor por España, con palo incluido, aparentemente, a Sánchez.

La suerte acompañó a España también a otros niveles, gracias a que la UEFA marginó a Sánchez por sus disputas. Un Sánchez que ha visto, desaparecido, mientras rascaba minutos de televisión en las previas y descansos en RTVE, como el protagonismo lo adquiría la Casa Real, especialmente durante la final.

Mientras tanto en España la rojigualda se adueñaba de las calles, los gritos de «¡Gibraltar español!» o las arengas anti-gubernamentales tomaban las plazas. Es evidente que el cambio sociológico es lento, pero avanza y se acompasa con una sociedad donde lo woke ha pasado de moda y ya sólo es un mandato impuesto por las instituciones, los medios y algunas empresas sobre la gente.