Carvajal y la selección del fango

Están siendo unos días duros para el zurderío patrio, que ha visto como la selección que parecía iba a ser la más progresista de la historia nos ha devuelto a la España previa a Zapatero, a la España Feliz.

No por habitual deja de resultar sorprendente que los mismos que hace un par de días hacían bromas sobre el intento de asesinato del expresidente Trump -e incluso algunos lamentaban la falta de puntería del tirador, como Pedro Vallín, tonto estatal-, ayer se llevaban las manos a la cabeza porque Daniel Carvajal, campeón de la Eurocopa con la selección española, decidiera en la tarde del lunes dar la mano con cierta desgana al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

Sorprendente, repito, porque son los mismos que claman al cielo ante la falta de respeto a las instituciones de un tipo que no tiene entre sus funciones laborales la cortesía institucional pero, a la vez, han tenido a bien pactar con aquellos -cuando no lo hacen directamente ellos mismos- que van al Congreso en camiseta y sandalias, niegan el saludo al presidente de las Cortes de Castilla y León por ser del Grupo Parlamentario VOX o se ausentan a los actos en los que interviene la Familia Real. Con un canto en los dientes debería darse nuestro señor presidente por no haber acabado como lo hizo Musiala.

Después de lo visto durante la Eurocopa con los jugadores de la selección francesa, animando a su población a votar por la extrema izquierda para evitar el triunfo de Le Pen, los de siempre reclamaban a los jugadores de la selección que tuvieran valentía y se posicionaran políticamente. Deseo concedido: lo que en el esquema mental de cualquier votante progresista iba a ser una celebración inclusiva, racializada y plurinacional, ha acabado con un seleccionador católico y taurino, un portero vasco hijo de guardia civil y nacido en el cuartel de Intxaurrondo, un descendiente de militar de la Guardia Mora franquista y otros veintitantos peligrosos ultraderechistas reivindicando el orgullo patrio y, por qué no, la españolidad de Gibraltar. Y todo esto en prime time y en la TV pública. Mamatoria histórica.

En consecuencia, reclamaba el periodista Isaías Lafuente en la red social X “un organizador profesional para futuras celebraciones”, un concepto un tanto abstracto que, traducido al cristiano, entiendo que se refiere más concretamente a una obesa mórbida con el pelo de colores, graduada en trabajo social, máster en estudios de género y dispuesta a presentar al bueno de Marc Cucurella con los pronombres they/them.

A la vista de este panorama, sólo nos quedan claras dos cosas: los rojos nunca estarán contentos con nada y ya sabemos la identidad del próximo futbolista de primer nivel al que Hacienda acabará llevando a juicio.