Hay vida bajo el hormigón

Son muchos los que temen que algún día los muertos se levanten de sus tumbas. Sin embargo, es una preocupación extraña. No hay ninguna razón por la que este hecho pudiese suponer ninguna amenaza. Un muerto que ahora vive no es diferente, hablando de forma pragmática, a un vivo que ya lo está, y pocas veces nos asustamos de esta realidad.

Gran parte de este temor viene de los atributos y consecuencias siniestras que la industria cultural ha decidido que tendrían estos “monstruos” para vender más (cosa que es respetable). Las películas de terror pueden ser entretenidas, y desde luego útiles para ligar de vez en cuando. Pero, si uno se para a pensarlo, que los muertos reviviesen no sería un evento tan aterrador como suele decirse, desde luego no el fin del mundo.

Hace unos días vi el vídeo de una señora peculiar. Casi alertando de ese apocalipsis, decidió que era imperativo grabarse a sí misma para decir que era muy urgente que nos asustásemos a raíz del acto que VOX iba a organizar en Vistalegre. No recomiendo hacer caso de todo lo que salga en internet y no suelo hacerlo, pero decidí ir allí para ver el panorama y constatar si hacer que esta señora me apareciese recomendada en redes estaba justificado. Por la introducción que habréis leído antes, puede deducirse que no.

Metido de lleno en lo que según los ilustres presentadores de la televisión a color debiera ser el séptimo círculo del infierno, lo que encontré fue bastante decepcionante. No veía esos muertos de una España pasada caminando en formación y no había nada en blanco y negro (ni si quiera las teles). Tampoco lo idealicemos. Los puestos con asociaciones e invitados eran precarios y el espacio el que permitían las paredes de hormigón.

Pero he de destacar una cosa: la gente. Aparte de que había de todo el mundo, me asombró la cantidad de conversaciones diferentes que entreoí. Lo que por los pasillos escuchaba contrastaba por la diversidad de temas y opiniones (¡y hasta en los juicios!) de forma palmaria con lo que ya me parecen monólogos que se recitan en el NO-DO de la TDT. El jaleo orgánico de Vistalegre hace que las tertulias mañaneras parezcan el pitido en bucle de un monitor Holter, uno enganchado a un corazón desfalleciente.

Desde el pasado julio podía parecer que lo que VOX conseguía encarnar estaba extinguiéndose. Pero tras verlo este fin de semana desde dentro, los toros de bronce a la entrada de la plaza se asemejan menos a lápidas de un mausoleo y más a lo que precisamente son: estatuas que marcan la entrada de un palacio, un palacio que algo que está moviéndose ya ha hecho su casa.

 Este “algo” no ha resucitado tras morir en 1978. Estaba antes de que empezase la Guerra Civil, mucho antes, y sigue aquí mucho después. No sé si es que a los ilustres presentadores de la televisión a color les entretiene o les sirve para ligar, me pregunto con quién, pero la película que cuentan es mediocre. Le falta originalidad y esfuerzo. Considero además que es un error creerla como documental y no como la ficción que es. Hacerlo conlleva el riesgo de obviar ese “algo” moviéndose entre toda la gente que asistió al evento.

Hay una emoción que va más allá de las siglas de ningún partido político. Cruza incluso el Atlántico, une a millones de personas y se está convirtiendo en músculo. La elección de confinarse a los muros de Vistalegre parece más fruto de un deseo de tomarse las cosas con calma, una vuelta a lo familiar para volver a salir refrescados y preparados cuando se considere. Debe verse de forma objetiva. Ilusione o aterrorice, la realidad es que hay muchas personas que están vivas, que siempre lo han estado. Y como entonces y ahora, están aquí para quedarse.