Hijos sanos del feminismo

En un tiempo donde el ritmo de las noticias es frenético y no es inverosímil que mañana el tema del momento esté muerto y sepultado escribo unas no muy originales reflexiones sobre el último escándalo político-sexual con en el que el PSOE ha decidido entretenernos; a un tiempo cortina de humo que cubre el constante brotar de corruptelas del Gobierno; y al otro, enésimo ajuste de cuentas de la izquierda caníbal.

La gran Ángela Rodríguez “Pam” resumía así en un tuit el asunto Errejón: «hijos sanos del patriarcado, ni más ni menos». Y sin embargo, no por muy extendida y aceptada esta tesis es menos falaz y absurda. No es una casualidad que casi todas las personalidades caídas en desgracia en nuestro particular y fallido metoo respondan a un mismo patrón, que no es precisamente el del macho machista, el hombre tradicional, que uno se esperaría tras tantos años de propaganda destinada a hacer creer a las mujeres que el lugar más peligroso para ellas es la cama que comparten desde hace dos décadas con su marido.

Para los que no hemos renunciado a mirar el mundo con valiosos prejuicios, nada de esto nos pilla por sopresa —y no me refiero a que conociéramos los rumores que circulaban por los mentideros de Madrid como las feministas encubridoras—, porque el perfil de lobo con piel de cordero que tan arquetípicamente encarnaría Errejón no es un producto inédito de nuestro tiempo sino un espécimen más viejo que la tos. Si hay algo novedoso en el asunto es que la sociedad moderna ha creado las condiciones perfectas para dejar desprotegidas a las mujeres víctimas de muchos hombres convertidos en bestias.

Un hombre débil, inseguro, acomplejado, que no ha cosechado demasiados éxitos con las mujeres en una sociedad sexocéntrica será con mucha probabilidad un resentido. Si repentinamente se ve con la capacidad, aparentemente ilimitada, de tener relaciones sexuales sin poner dinero de por medio, solamente haciendo uso de su recientemente alcanzada posición de poder, la cantidad de papeletas que tiene para desarrollar una patología sexual es enorme. Pero hay que tener en cuenta que su ideología es su peor aliada, pues no contempla ningún límite a una conducta sexual exarcerbaba, antes al contrario, promueve un estilo de vida desordenado que exalta la satisfacción inmediata de todas las pasiones «mientras no se haga daño a nadie y sea consentido».

Precisamente, la única denuncia cuyos detalles han trascendido relata unos hechos difícilmente delictivos, pero sí sumamente vergonzantes (mujer casada con un bebé enfermo que sale de fiesta y que se va a casa de un hombre) con los que la denunciante parece querer erigirse en víctima de unas prácticas de las que intuye que algo no estuvo bien. Sin embargo, en un mundo en el que solo el consentimiento y la voluntad determina lo moral, si lo que consentí, quise y deseé me ha hecho sentir como una mierda, entonces la única explicación pasa por convencerme de que en realidad no quería. Pero además, —mujeres oportunistas incapaces de asumir su responsabilidad aparte— cuando tu manera de vivir te lleva a desarrollar placer por la violencia y la dominación, aliñado con el consumo de sustancias que anulan o distorsionan la voluntad, con más facilidad acabarán trasgrediéndose también los límites de lo consentido.

Está por ver el recorrido judicial que acabarán teniendo estas denuncias o si simplemente Errejón probará en sus propias carnes esta cacería que la izquierda inventó para imponer su Terror y perseguir a sus enemigos en la que el guillotinador parece que siempre acaba guillotinado.

Muy lejos de todo esto, lo que caracteriza el modelo clásico, patriarcal, ahora denostado y «tóxico» de masculinidad es precisamente el dominio de las pasiones. Tener más de 35 años y no haber asentado cabeza sino seguir enlazando una relación tras otra es un signo de inmadurez que no puede llevar sino el sello de aprobación de la izquierda feminista, que aspira a romper con todas las normas e imposiciones de la sociedad tradicional que habrían puesto insoportables cotos a nuestra libertad. Los hombres débiles de hoy han perdido las instituciones y los mecanismos que antaño advertían de los peligros y que mantenían encauzados sus impulsos naturales para que estos no acabasen arruinándoles la vida. Y así se entiende también las otras adicciones que se han aireado y contras las que Errejón estaría batallando.

Las mujeres que orbitan estos ambientes, necesariamente, no salen bien paradas. Llevan décadas proyectando sobre el conjunto de la sociedad lo que solo sucede en sus entornos y que es fruto de una cosmovisión muy particular y averiada. Los hombres débiles han creado mujeres incapaces de hacer valer su dignidad y que han demostrado estar dispuestas a aguantar cualquier cosa y de encubrir cualquier mal para mantener su estatus, o para no cerrarse las posibilidades de ascenso —que pasan por las manos de sus abusadores protegidos— mientras consagran sus vidas casi exclusivamente a levantarle el dedito a todos los demás.

Es por todo esto que del curso contra machismos que ha anunciado Sumar para sus cargos como solución al asunto Errejón podemos esperar el mismo éxito que de sus demás políticas para solucionar los problemas del país. No será más que gasolina al fuego.