La Guerra Cultural

“Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda vuestra inteligencia.

Agítense, porque tendremos necesidad de todo vuestro entusiasmo.

Organícense, porque tendremos necesidad de toda vuestra fuerza”.

2023. Acaban de terminar las vacaciones de Navidad y, entrando en tu piso, sientes una sensación extraña. Por una parte, estás feliz: has podido ver a tu familia después de unos meses agotadores en la universidad, has disfrutado de tus seres queridos, has visto a tus amigos, revivido tradiciones e historias, etc. Sientes morriña, pero a la vez también un poco de rabia: no pudiste ver a algunos familiares “por el COVID”, en la carpa de tu pueblo han vuelto a crear problemas los innombrables… pero bueno, todo eso no importa porque has vuelto a la rutina.

Empiezas a pensar en los próximos meses: junto con el agobio de los exámenes, te acuerdas de que hay que pagar el alquiler, el gas, la comida… Muchas preocupaciones. También te acuerdas de que te tocará aguantar, otra vez, a la charo de tu profe. Pero bueno, no importa… ¿No?

Y sigues pensando y pensando, hasta que caes en que… hostia, sí que importa. Han degradado tu barrio, te intentan adoctrinar, te ahogan con los precios y, para colmo, te intentan quitar lo más importante: la familia. Te han obligado a vivir en un mundo cada vez más desarraigado, precario y peligroso, y todo porque una serie de ineptos toman decisiones no por tu bien ni el de los tuyos, sino por mantener la poltrona a toda costa, aunque eso signifique venderse a otros intereses.

Este pequeño relato es el día a día de un mundo en el que nos toca vivir. Y ante él, y en nuestra condición de patriotas, no hay más opción que responder.

¿Por qué? Pues porque nuestra cultura, esto es, nuestra concepción del mundo, está siendo atacada. Y quien la ataca no es ni más ni menos que aquella élite que lo controla todo, desde el dinero hasta las decisiones políticas. Desde lo que escuchamos en la televisión hasta lo que estudiamos en clase. Y esta élite de hoy defiende una cultura completamente opuesta a la nuestra: una cultura global sin arraigo, donde la única forma de identificarnos es a través de lo que consumimos, y donde otras sociedades que no han olvidado quienes son ponen en riesgo nuestra seguridad.

¿Y cómo podemos hacerle frente a esta élite? La respuesta que los patriotas de otros países han encontrado es la de la “Batalla Cultural”. Pero quizá, al ser tan grandes los globalistas, y ocupar tantos ámbitos, no basta con simplemente enfrentarse a quemarropa. No sirve de nada lanzarse a la aventura, sólo y sin estrategia. Precisamente porque hablamos de “estrategias”, “enemigos” (también “aliados”), visiones del mundo opuestas, y hasta distintos “frentes” donde pelear… quizá debamos renombrar eso de “Batalla”, y llamarlo por lo que es: Guerra Cultural.

El creador de esta idea, Antonio Gramsci, así la llamaba. Y tiene un sentido, pues él mismo decía que “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales revolucionarios infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Osea, que para llegar al poder y cambiar las cosas, antes hay que hacer de nuestro sentido (nuestra visión del mundo), el sentido común de la gente. Y para ello, hay que meterse en todos los sitios donde la gente aprenda a ver el mundo: los colegios, las calles, los libros, los medios… todo lugar donde “se haga cultura”.

Y cada acción del día a día es una acción cultural. Cuando tu madre pone la televisión y el presentador dice que todos los hombres son violadores, están haciendo cultura. Cada vez que actúas de una forma u otra ante los acontecimientos, también. Como dice Montero, lo personal es político; y esta idea la ha entendido muy bien la izquierda, y por ello hoy son ellos quienes, junto a los ricos, tienen la Hegemonía cultural y el Poder político.

Por eso somos “soldados” de un “ejército”. En nosotros encarnamos nuestras posiciones culturales, las expresamos en todos los “campos de batalla”, y en todos vamos a recibir respuesta del “enemigo”. Y si, por ejemplo, en nuestra universidad conseguimos que la mayoría (o una parte importante) de nuestros compañeros responda ante los globalistas, eso es más gente que en sus casas y barrios van a estar dando caña. Y el objetivo acaba siendo que, conforme crezcamos en un frente cultural, también un movimiento político serio de carácter nacional empiece a hacer lo propio en el terreno político. Conquistamos posiciones, enseñamos a la gente el Por Qué luchamos y, cuando seamos suficientes, asaltamos la última trinchera: el Gobierno.

Pero, como además de una guerra, es una guerra desigual, debemos no sólo pensar como belicistas, sino entender que somos Rebeldes (porque queremos un cambio radical de las cosas) y Guerrilleros (porque hoy somos minoría). Como rebeldes, debemos rescatar el idealismo, que nos ilumina en un mundo gris y hostil. Y, como guerrilleros, debemos rescatar el espíritu de combate irregular: hostigar en todos sitios, con pequeños medios si hace falta, siempre sin miedo ni rendición.

Por todo esto es importante la Guerra Cultural. Por España, tal y como la conocemos y queremos ¡Por el futuro!