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Reflexiones sobre el Noviembre Nacional

Aquel viernes, 3 de noviembre, nadie convocó a la ciudadanía y sin embargo acudimos un par de centenares de españoles a la cueva de los cuarenta mil ladrones. Acababan de anunciar la ley de amnistía. Los días siguientes Ferraz y Marqués de Urquijo se convirtieron en un clamor y el mes de noviembre de 2023 ya forma parte de la historia política de nuestra Españita, por mucho que la durruti mediática haya pretendido cubrirlo con el estiércol que producen.

Dejó escrito Julián Marías que el español es uno de los hombres más fácilmente dispuestos a jugarse la vida pero que no se juega menos que la vida misma. Y como la vida política consiste en jugarse poca cosa y además frecuentemente parece que vive absorto en la indiferencia.

Más allá de la ausencia de asociacionismo, la parte del pueblo español que está libre del virus socialista no está familiarizada con el valor civil, lento, pesado y sin sustancia que resulta determinante para jugarse la peseta diaria en el naderío político.

No parece la actitud lógica para un pueblo que siempre hizo del obrar no sólo una bandera que alzar sino su esencia misma, que llena las calles en celebraciones tradicionales, basando su modo de existencia en la defensa y el anuncio de la vieja verdad católica de que el hombre, para alcanzar su plenitud, sólo tiene que reconocer el bien y realizarlo -y que precisamente por vieja no es menos verdad sino más-.

En su lugar, el pueblo español, ante cualquier amenaza que parezca atentar contra su ser, parece que espera paciente un liderazgo ordenado. Pero ante su ausencia, y aquí viene quid, cuando la amenaza se percibe como urgente, va acumulando gran calor interno mientras aguarda, como el agua, hasta que en un momento dado, con liderazgo o sin él, cambia su estado de quietud e inevitablemente rompe a hervir, surgiendo entonces una voluntad impulsiva, llena de determinación que si es canalizada resulta inquebrantable. O así pareciera que ha sido a lo largo de nuestra historia.

Quizás ésta sí es actitud natural de un pueblo que habiendo hecho las cosas más grandes bregando con el mundo entero, no encuentra aliciente cuando el impulso que se situaba por encima de los hombres y que era su único sino, es ahogado en la relatividad posmoderna quedando huérfana de dirección.

Porque el PP, quien se supone que lideraba al espectro más identificado con la tradición, en un momento dado decidió -que renunciar también es decidir- arrodillarse mientras fingía que no. Una y otra vez declarando una cosa para ejecutar otra en sentido contrario. Y esa vacante en el liderazgo, al menos la que concierne a la legitimidad moral, la ha ocupado VOX, aunque todavía no todos lo sepan. Y así, nos encontramos con una sociología en la derecha que está dividida entre estafados y dubitativos por un lado y los que han dicho basta en el otro.

El NN fue espontáneo. Y aunque sin liderazgo claro fueron surgiendo distintas voces que iban destacando. Unos con intenciones desinteresadas que nos brindaron algunos espectáculos que amenizaron las veladas y abrieron los telediarios; otros tratando de arrimar el ascua a su sardina; y otros directamente dividiendo los esfuerzos que afloraban.

Y aunque en apariencia no sirviera de mucho sí que demostró lo más crucial e importante: que España sigue teniendo voluntarios.

Ojalá revivir el NN. Aunque me temo que no valdría con un mes, el Reich del PSOE vive de la corta memoria y la siguiente noticia, del k.o. por agotamiento, antes de Navidad otra vez en el olvido. Sería necesaria una protesta continua, aunque fuera más intermitente para permitir un compromiso más continuado. No sé, los viernes, por ejemplo. O una vuelta a España. Tenemos cincuenta provincias y dos ciudades autónomas, 52 semanas tiene el año.

Y ojalá tuviera un liderazgo claro que sirviera para tejer un verdadero movimiento que elevara la propaganda a un nivel más performativo, tangible y noticiable. Si algo quedó claro el NN es que hay voluntad que puede, que debe y que espera ser dirigida. Hay que procurar banderines de enganche más allá del «dame diez euros y te mando un email», hay que ser capaces de recoger el talento y organizarlo. No podemos contentarnos con reunir a 20 chavales detrás de una pancarta con un megáfono donde detrás hay más gente que nada tiene que ver con la pancarta para hacerse fotos y escenificar no se sabe muy bien qué.

Claro, eso requiere líderes reconocibles; estoy seguro de que son jóvenes capaces y extraordinarios, pero van sólos a lomos de una organización que no se sabe muy bien si es una filial o qué, con nombre de peña infantil de las fiestas patronales de Nalvalvillar de Ibor, provincia de Cáceres.

Ojalá una estética nuestra, propia, como las rojigualdas sin escudo y las cruces de borgoña que se vieron. Son buenos comunes denominadores, sin nombres ni simbologías de organizaciones, y permitiría nuevas adhesiones y menos antipatías. «Es que no me importa que me llamen facha», ya, a mí tampoco, tú y yo sabemos que nos lo van a llamar igual, pero no sólo está el que reprocha sino también el que observa dubitativo, y es a éste a quien podemos y debemos convencer. Porque a la luz de las últimas elecciones y las penúltimas nacionalizaciones masivas está claro que no somos suficientes, no hay masa crítica para provocar nada y mucho menos para gobernar si no se le da un susto al PP. Es necesario convencer. Aquí nadie va a quemar nada ni matar a nadie porque no somos terroristas. Es necesario asumir cierto grado de realidad en lo discursivo.

Ojalá libre de boutades, de qnetas, de tapias, de miramamáyaestoyaquíes y regresiones a una Arcadia feliz. La Historia va hacia adelante. «Es que la democracia blablablabla», ya, pero es lo que tenemos y no hay otra cosa. «Es que…» No, no la hay, es hora de madurar, no hay base social. «Es que el sistema tiene contradicciones…» Y aún así es el que tenemos, no hay otro. «Pues España o el R78», claro, aparte de la simpleza ¿si no es por la legitimidad de las urnas de dónde vas a sacar las armas y la gente necesaria para imponer no se sabe qué voluntad? ¿Cuál es el plan maestro? Lo que hay que hacer es crecer, en perspectiva y en número. Hay que abrazar la realidad y hacerse conscientes del presente y de las instituciones que nos rigen, que son sobre las que tenemos poder de acción y sobre lo que se tiene y se puede construir el futuro. Que no se construye sobre la nada. Y eso no significa que no haya obligación de defender nuestro legado ni la memoria de los que salvaron a España del bolchevismo en una guerra derramando su sangre.

La jauría de perros del PSOE ya adelantó su intención de perseguir a la oposición y se ha puesto a ello. Y no tenemos muchas más opciones que seguir resignándonos posteando muy fuerte o volver a salir.

Ojalá el viernes, uno de noviembre de 2024, vuelvan a reunirse los que tuvieron fe antes que nadie y arrojaron sobre otros tanta esperanza.